Se estiman 750 personas que iban en el pesquero que partió de Libia para las costas europeas, su objetivo parecía ser el Golfo de Taranto, en el hueco de la bota de Italia. Sin embargo, al llegar a la altura de Kalamata imaginamos que el barco vuelca, probablemente por una pérdida de estabilidad debido a la cantidad de personas (peso) colocado en la parte alta del pesquero. La tragedia se consuma y dos días después los rescatados apenas llegan a cien. El barco se hunde en una fosa de unos 4000 metros de profundidad. Y los países occidentales que formamos la Unión europea callan, enzarzándose en disputas sobre si se atendieron o no las señales de auxilio. Que pronto despachamos la noticia de 500 desaparecidos, lo hacemos rápidamente porque en el fondo nos duele y nos avergüenza no tener ninguna respuesta para algo, viejo e inevitable y es la gran desigualdad que este sistema ha permitido entre nosotros y “los otros”. Paradójicamente los necesitamos, pero ni aun así somos capaces de hacer algo en tiempo y forma. El balance sería el siguiente:
Personas embarcadas 750 (alguien dijo al partir que oyó decir ya somos 750 ¡vámonos!
Personas rescatadas: 104
Personas desaparecidas:646
En este circuito infernal para las personas que comienza con las mafias que hacen su negocio en el norte de África, y de las que nadie se ocupa. El tránsito al destino (el sueño de superviviencia europeo), en barcos sobrecargados e inadecuados para cualquier tipo de navegación. Y El frontal rechazo al llegar a las fronteras europeas (total inacción por parte de los miembros de la UE), sin ningún tipo de permeabilidad solidaria ni ningún procedimiento de acogida o solución a lo imparable en un mundo que decimos globalizado solo para lo económico, que es de lo que vive este sistema. Y lo que ocurrió el 15 de junio 2023 no es ninguna novedad.
csl -labecos