La soledad no es simplemente una sensación que podemos evitar o paliar con una acción. La soledad es un estado de ánimo. Es algo complejo compuesto de diversas situaciones que hay que atender. Por esta razón hay muchas personas que se sienten solas estando entre muchas otras.
Es un estado de ánimo lleno de sensaciones y debemos tratarla en todos esos frentes. Y estar muy atentos, porque el sentimiento de la soledad, está muy asociado a la depresión; pues podemos correr el riesgo si no somos profesionales en esto de estar viendo o detectando un síntoma de otra cosa mayor.
Un ejemplo son las imágenes asociadas a la soledad que nos presentan personas abrumadas y cabizbajas, aisladas, desesperadas, sufridoras y desesperanzadas. Esto puede ser algo más que soledad.
Contaré algo personal mi situación laboral conllevó muchos viajes (marino mercante) y mi origen gallego implica estar sensibilizado con el término morriña, saudade, que tiene poca traducción en un solo término en otras lenguas. Sin embargo, solo sentí morriña una vez. ¡Como una especie de desgarro interior, un dolor morno y muy profundo, un hueco vacío que disuelves con la distracción del trajín de la vida!
Esto lleva a pensar, el por qué esa vez y no otra, ¿Qué había de diferencia?
Quizá una seguridad irracional de no volver a ese sitio.
No es lo mismo soledad que morriña.
Después de lo dicho la soledad no se combate sólo con la compañía. Es necesario mantener funcionando el motor de las expectativas, de que importas, de que tienes capacidad de llevar a cabo el proyecto de tu vida que es el que garantiza el sentido de vivir. De que tu proyecto se entiende y apoya, de esta forma ya estás socializando, de que tienes y sientes el reconocimiento de los demás. Que con el que te relaciones, sea voluntario o experto sea capaz de establecer una relación de confianza suficiente para interiorizar en función de los valores y la cultura. Tener motivos para vivir es el antídoto para superar lo que ocurre a tu alrededor, que muchas veces son próximos que se descuelgan de la vida. Es el que da fuerzas para superar esos pensamientos recurrentes íntimos y privados que te asaltan en los momentos de vigilia de la noche y te hacen dudar de la conveniencia de seguir vivo.
Es un momento adecuado para descubrirse a uno mismo que por vivir demasiado pendiente de otros hemos olvidado. Una muy buena práctica es, además del ejercicio físico materializado en paseos y en algo más organizado y dirigido, el pilates o el hatha yoga, es la meditación laica, el mindfulness, desmarcándonos del ámbito religioso para no interaccionar e influir en nuestras creencias de toda la vida. De esta forma neutra nos acercamos a nosotros en un ejercicio de introspección con técnicas que nos ayudan a calmarnos y a tener una visión más científica de nuestra naturaleza.
El acompañamiento y todo lo que conlleva alrededor, el apostar por el proyecto de otro. El hablar del otro y de su proyecto, preguntando y pidiendo detalles del mismo, es recargar ese motor del que hablamos antes que permitirá tener una buena salud mental para afrontar el día a día.
No todo es transparente y edulcorado, también contrapesa la frustración de lo que se espera que ocurra en los comportamientos de las personas que son importantes para nosotros (familiares, amigos, instituciones, etc.).
La soledad también puede ser una opción consciente del que siente demasiado ruido en su interior y decide vivir un tiempo de silencio para despejar y rebajar la confusión a las que nos somete la actividad diaria. Es una auto terapia.
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csl.